jueves, 11 de febrero de 2010

"20 céntimos" New story

Hi, Hi!! (^^) Bueno como prometí aquí estoy de vuelta con un nuevo relato. Aunque tengo que decir que no es algo que suela pensar en escribir (no se porque lo he escrito), pero tenía ganas de escribir algo ñoño y ... no se algo como lo que he escrito.
Solo espero que os guste y si no dadme consejos para mejorar (^^). Y sin más preambulos aquí os lo dejó.
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20 céntimos

Salí de casa dando un portazo. En realidad, lo hice sin querer. Y aunque estaba enfada me arrepentí, porque seguro que cuando regrese a casa iba a llevarme más bronca por el portazo.
Hoy, me había decidido a conseguir lo que quería. Que me dejasen estar en la calle hasta las once, o diez y media. Pues aunque tenía quince años solo me dejaban hasta las nueve y media para estar en la calle, de manera extraordinaria hasta las diez.
Pero no me dejaban. Y no, no era porque no confiasen en mi, era que tenían miedo de lo que había en la calle.
No si yo lo comprendo, están preocupados de que me puedan robar, raptar, violar, y un largo etcétera que no recuerdo ya.
Lo entiendo, que soy la mediana de tres hermanos. Pero a mi hermano mayor, David, nunca le pusieron tantos impedimentos. Además, de que todos los niños del grupo se han ofrecido a acompañarme hasta casa.
Nada, ni eso.
Pero yo ya estoy harta de la sobreprotección de mi padre. Siempre lo mismo. Que yo no conozco lo peligrosas que pueden ser algunas personas. Y mi madre no me apoya, bueno mejor dicho, no dice nada.
Cuando habló con ella para que me ayude o algo, evita el tema. Y no me atrevo a insistir más, pues me mira con una mirada que no sé como descifrar.
Y nada, aquí iba yo un viernes por la tarde salir con mis amigas a dar una vuelta para volver a las nueve y media a casa.
Que iba tan cabreada y metida en mis pensamientos cuando de repente choque con alguien.
- Disculpe.- Dije pero a media palabra todos los documentos y carpetas que llevaba la mujer se cayeron. - Lo siento, lo siento mucho. – Que vergüenza.
Me agache a ayudarla a recoger sus cosas. Joder, porque soy tan despistada. Es que tenía que tener siempre mala suerte. Mierda, para un día que parecía que iba a llegar a la hora a la que había quedado, voy la cago de nuevo. Seguro que llegó tarde a la parada del autobús.
- No, tranquila, no pasa nada. – respondió la mujer viendo lo apurada que me sentía por haberle tirado las cosas. – Esto me pasa continuamente, siempre voy con prisa a todas partes.
La mire, para volver a disculparme sinceramente pero me quede fascinada, es guapísima. Su cabello es largo y rubio, con unas ondas que dan ganas de atraparlas al viento, enmarcando un precioso rostro redondeado de ojos azules. Además iba vestida con una chaqueta de cuero unos vaqueros.
Y yo con mis pintas. Porque en comparación con ella, mi nuevo abrigo parecía de esos abrigos malos del mercadillo.
- No. – Replique desviando la mirada. Joder, tengo que moderar mi temperamento. – Si yo también andaba despistada. Pensando en mis cosas.
Entonces me di cuenta de la catástrofe que había creado. Estaba su cartera, su móvil, su estuche y su carpeta con sus folios desparramados por el suelo.
- Bueno, entonces somos dos despistadas que andan en su mundo demasiado a menudo. – Dijo sonriéndome mientras que yo terminaba de ponerle la carpeta y el estuche en los brazos.
De repente de escuche el tintineo de una moneda al caer. Me agache y lo recogí, era una moneda de veinte céntimos
- Toma es tuyo. – Le dije extendiendo la mano, con la mejor de mis sonrisas.
- No quédatela.
- Pero si es tuya. – Le respondí. – Es tu dinero.
- Son solo veinte céntimos que puede suponer eso no es una gran pérdida.
- Pero es tuyo. Y no lo acepto. – Dije acercándome a poner le la moneda en la mano o donde fuese.
- No es un regalo. – La mire extrañada. – Es un agradecimiento. Además nunca se sabe que va a pasar.
Se dio la vuelta.
- Bueno, ya nos veremos. Adiós. – Dijo despidiéndose de espalda a mí. Y se fue corriendo.
Nunca antes nadie me había desconcertado tanto. Pero ya no tenía tiempo para ella, pues o me iba corriendo hasta la parada del bus o tendría que esperar a que llegase el siguiente, llegando así tarde.
Corrí con todas mis fuerzas. Y cuando doble la esquina estaba subiendo la última persona al autobús.
Di el último esprín y llegue a tiempo.
Y justo cuando iban a cerrar las puertas aparece un chico, con la respiración agitada a más no poder.
- Por… por favor, espere. – Consiguió decir entre jadeos.
Entró y el autobús empezó a ponerse en marcha. Pique mi bono y fui a coger un sitio.
- ¡Joder! Mierda. – Mascullo el chico de la puerta. – No encuentro el bono bus. – Dijo pasando se desesperado la mano por el pelo.
- Si no tienes dinero para pagar tienes que bajarte en la siguiente parada. – Le dijo el conductor indiferente mirando la carretera.
- Tengo un billete de veinte euros. – Contesto con entusiasmo el chico.
Me quede mirándole. Tiene un aire parecido a la mujer con la que me choque, pero no. No se aparte de que también tenía los ojos azules, no se parecía en nada más. Tiene el pelo corto de color negro azabache y tenía una complexión totalmente distinta. Además de tener diferente edad y estilo, pues ella podía decirse que iba más roquera con su chaqueta de cuero, pero él, iba con un vaquero y un jersey azul claro que hacía resaltar sus ojos. Además me hace gracia el pelo que lleva, porque parece despeinado pero no lo es del todo, es curioso.
- No, de eso no tengo cambio. – Respondió el conductor, igual que antes.
- Joder. – No podía ser más que un año más mayor que yo.
Se puso como loco a buscar monedas en la cartera, en los bolsillos del pantalón y empezó a contar.
- Solo llega a un euro. – dijo mirándole como si un cachorrillo abandonado fuese.
- Lo siento pero no. – Contesto con determinación el conductor. – La tarifa son 1,20. Si no tienes el dinero te bajas en la siguiente parada.
- Mierda… - Miró hacia los pasajeros del autobús por si alguno se compadecía de él y le daba 20 céntimos.
Pero nadie lo hizo, todos los que habían estado mirando con curiosidad la escena o se ponían a mirar a otros como esperando que alguien lo ayudara, pero ellos no, o simplemente desviaban la mirada como si nada.
- Joder tengo una cita muy importante y sólo por veinte céntimos no podré ir. – Dijo en voz alta, como si se lo dijese a si mismo pero también a los demás pasajeros.
Joder no sé cómo puede haber gente así por el mundo. Pensaba mientras intentaba acercarme a él para darle los veinte céntimos, que con el vaivén perdía el equilibrio.
- Toma.
- Gracias. - Me agradeció con una gran sonrisa.
- No hay de que. Hoy por ti mañana por mí. – La verdad que es que esto último lo dije con mayor fuerza para que todos me escuchasen bien.
Y me dirigí lo mejor que puede a mi sitio. Pero perdí el equilibrio justo cuando estaba llegando al asiento.
- ¡¡Waaa!! – pero cuando se suponía que tenía que tener mi cara estampada contra el suelo, notó que alguien me ha agarrado de la cintura y ha impedido mi caída.
- Ten cuidado. – Me dice con su rostro muy cerca del mío. Y mi cara se empieza a poner roja.
- Si, esto, gracias.
Me levanto y me agarro bien a la barandilla. Me siento en mi sitio pero veo que él sigue en el mismo sitio, mirándome.
- ¿Me puedo sentar contigo? – Me pregunta con cierta timidez.
- Sí, claro. – Aunque el autobús esta medio vació.
No sé que hacer. Me da un poco de corte hablar con él y no se que decirle, pero el empieza a hablarme.
- Gracias por lo de antes, si no es por ti me dejan en tierra.
- No si no ha sido nada. – Y era verdad pues en un principio esa moneda no había sido mía.
- De todos modos gracias.
Y nos quedamos en silencio. ¿Eso era todo lo que iba a hablar con él? No.
- Y bueno, ¿en qué parada te bajas?
- Umm, dentro de cinco paradas. – El bus paro y entro gente. – Bueno, ya solo cuatro. ¿Y tú? ¿Dónde paras?
- ¿Yo? En la última, he quedado con unas amigas.
- ¿De fiesta?
- No, ya me gustaría… - respondí un poco cabreada.
- ¿Qué pasa? ¿Es muy caro?
- No, no es eso.
- ¿Entonces? – me pregunto verdaderamente interesado en lo que me podía pasar. Suspire. Mirándome así era difícil no caer a sus pies y confiar en él.
- Pues, que tengo que estar de vuelta en casa dentro de tres horas más o menos.
Levantó sus cejas en señal de sorpresa, aunque la verdad esperaba algo más exagerado. En cierto modo eso me decepciono.
- Vaya, que rollo. – Dijo mordiéndose los labios. - ¿Entonces a qué hora se supone que tienes que estar en casa a las nueve?
- No. No me quites tiempo. A las nueve y media. – Bufé con cierta tristeza.
- Bueno, mi parada es la siguiente. – Comento mirando la ventana.
- ¿Ya? – Le mire con tristeza. No quería que se fuese. Casi ni habíamos hablado.
- Bueno, te voy a dar un regalo para que te animes. – Dijo mirándome con ternura, pero con una extraña media sonrisa.
Se acerco a mí. Se quedo parado una milésima de segundo a milímetros de mis labios. Y entonces, me beso. Puedo sentir sus labios sobre los míos. Su respiración. Sus labios.
Se separo de mí. Y me sonríe travieso, aunque supongo que es por lo colorada que debo de estar.
- Sabes, tengo que volver hoy a mi casa a las nueve y media. – Se levanto y se acerco a la puerta de salida. – Así que es muy probable que nos veamos. Así que, hasta luego.
Y bajo del autobús de un saltó.
El mire bajar y cuando el autobús avanzo me toque los labios avergonzada.
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Al parecer solo te pueden cambiar de cinco, y si tienes mucha suerte uno de diez. (En el nocturno o pagas la tarifa justa o nada)
Sinceramente no tengo mucho más que decir, excepto que en breve (y si, a estas horas) me voy a poner a estudiar más.
Sweet dreams (^3^) muak!!

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